El precario estado de conservación del retablo plateresco de la Universidad de Oñati, sobre todo en su parte inferior, sotobanco primer y segundo piso, ha llevado a la Diputación Foral de Gipuzkoa a retomar la restauración del conjunto en el año 2000.
En el año 1968, el alcalde de Oñati señor Corcóstegui pedía de forma insistente una actuación urgente en el retablo debido al estado de deterioro en que éste se encontraba. Logró que el Ministerio de Bellas Artes enviara a técnicos del Instituto de Restauración, cuyo director era José María Martos, a realizar los primeros informes sobre el estado de conservación y que éste se hiciese cargo del problema y actuase en consecuencia.
En una de las cartas enviadas a Madrid en 1968 se habla del peligro inminente de destrucción a causa de una plaga de termitas y se nos cuenta, así mismo, que es en la parte derecha de la predela en donde se aprecia la labor destructora de los insectos de forma más evidente.
En un informe del Instituto de Restauración de Madrid de marzo del año 1968, se dice que después de un estudio sobre las muestras enviadas, el insecto xilófago que está actuando en los elementos de madera de la universidad es el “reticulitermes lucifugus”, llamado comúnmente termita.
En julio de 1968 comienza una actuación para erradicar la plaga. El Instituto de Restauración de Madrid inicia los trabajos de desmontaje de parte del retablo con la ayuda de dos empleados del Ayuntamiento y del carpintero Victoriano Celaya. Según se nos narra en dicho informe “se desmontan los paneles derecho e izquierdo de la puerta de la sacristía en los que sólo quedaba la película pictórica y el resto era barro”. A continuación se comienza a desmantelar el friso del mismo lado hasta el altar. Se descubre que la viga horizontal de apoyo del retablo está caída sobre ese lado, ya que la cabeza de la misma está carcomida, lo que ha provocado un desensamblaje de las piezas. En vista de lo cual se apuntala el retablo en previsión de riesgo de desplome. El apuntalamiento del retablo provoca que éste se alce o recupere en 5 cm. Se va desmontando la parte derecha, a la vez que se va apuntalando y forzando el entramado 2º, 3º y 4º cuerpo, recuperándose todo el conjunto en unos 7 cm 1.
Según se aprecia en las fotos, el retablo se desmontó de abajo a arriba, es decir, del sotobanco al primero y segundo cuerpo, pero manteniendo el resto del retablo sin tocar, operación bastante inusual, cuando en el informe de Sebastián de la Torre Fernández de Soto, habla de “retirar todas las tallas de sus hornacinas y efectuar un tratamiento químico minucioso (de desinsectación) y de desmontar todo el retablo, pieza a pieza, para repetir el mismo proceso en las imágenes y en las piezas de la arquitectura, a la vez que consolidar en lo posible la madera”2.
Esta manera de llevar a cabo la operación no fue muy adecuada, ya que fue necesario cortar todos los sistemas de unión de las piezas entre sí (espigas, lengüetas, etc.), con el consabido problema de sujeción de las piezas a la hora de su montaje. Si tenemos en cuenta que el sistema de fijación de un retablo renacentista se hace a base de anclajes, es decir, las piezas superiores van encajando en las inferiores, un desmontaje de abajo hacia arriba resulta imposible. Como se aprecia en las fotos, el sistema de sujeción de las piezas desmontadas en la restauración del año 1968 fue a base de masas de araldit madera (resina epoxi), que una vez secas, encolaban o fijaban las piezas entre sí.
Desmontadas ya las piezas, pudieron comprobar que muchas de éstas estaban totalmente huecas y otras muy deterioradas. Eliminado el ataque de termitas, había que consolidar las piezas, que sólo mantenían la capa superficial o policromía. Para ello utilizaron la pasta llamada araldit madera. Todas las zonas huecas se rellenaron de araldit sin metodología ni criterio, y en aquellas zonas que precisaban algún soporte rígido para que la masa tuviese cuerpo, introdujeron listones de madera de pino o de conglomerado. También se han encontrado masas de paraloid en gránulos (resina acrílica) no disuelta, formando conglomerados, para rellenar huecos.
Con respecto a la limpieza, no poseemos información, ya que en los informes existentes en el ayuntamiento no se habla de este aspecto. Suponemos que hubo una limpieza, aunque seguramente ésta fue superficial. Nos hemos encontrado con la existencia, en la parte inferior, de cera, cola y algunas capas de barniz, seguramente aplicadas para elevar el brillo del oro y de la policromía.
En esta actuación de 1968 se eliminó la mesa del altar, al parecer de fábrica, y se picó toda la capilla para dejarla en piedra vista, excepto la bóveda. En el momento de asumir la actual restauración, en lugar de la mesa de altar, había unos atlantes nuevos copiados de los laterales y unos paneles con relieves. El central, representa el emblema del obispo Zuazola. La policromía aplicada a esta parte no era de gran calidad.
Hay que llamar la atención sobre el error que ha supuesto el picado de las paredes, ya que es posible que éstas estuviesen pintadas con un dibujo de despiece de sillería y con posibles inscripciones o escenas, y no el sillajero que hoy vemos, aspecto que nadie de la época hubiese admitido. Todo el revoco ha desaparecido; sólo se ha conservado en la parte superior trasera del retablo y en las bóvedas. Hemos podido observar que la bóveda está pintada con un despiece en blanco sobre un fondo gris oscuro, hoy cubierto por una capa de cal. Este mismo motivo está presente en la sacristía de la iglesia de Santiago en Medina de Rioseco (Valladolid) y en otras muchas iglesias de esta época.