En primer lugar cabría felicitarse del hecho, poco frecuente a la hora de emprender una restauración, de que el retablo no ha sufrido repintes posteriores a su realización (a excepción de pequeñísimas zonas en la parte inferior), con lo cual lo podemos observar, aunque deteriorado, en su estado original.
Sin embargo, el paso, del tiempo y las diversas vicisitudes han dejado su huella en él, escribiendo de alguna manera su historia.
Algunos paneles y piezas encoladas han terminado por separarse, provocando la Hrdida de la película pictórica. Los clavos añadidos en kpocas posterjores, de grandes dimensiones y de formas irregulares, han agujereado la obra, encontrándose hasta 20 clavos en una sola escena.
Los movimientos del sopme provocados por las variaciones de humedad han causado la decohesión de la preparación pictórica (formada como hemos visto por yeso y cola; material este último que con la -acción del agua se hincha y pierde su capacidad de adhesión), dejando en algunos puntos visible la madera desnuda, en otros la misma preparación blanca y en otros la tela amortiguadora.
Merece especial atención a este respecto una espectacular falta de adhesión de la pelfcula pictórica en las columnas. El color se desprende con gran facilidad, haciendo pensar que el dorador o policromador del retablo ha olvidado o descuidado alguna de sus operaciones en estas zonas - (alguna mano de cola, por ejemplo) ya que. este comportamiento difiere notablemente del resto de la obra.
Dejando aparte estas caídas de color que en algunas zonas se revelaban de dimensiones bastante espectaculares podemos afirmar que la policromía ha sufrido una abrasión generalizada, agudizada sobre todo en los elementos más salientes y horizontales en los que el polvo y los materiales orgánicos se han depositado más fácilmente. Esta abrasión consiste en un ligero adelgazamiento de la película pictórica que deja adivinar el color subyacente. Este fenómeno es observable en algunas zonas marrones o en el oro, donde la tonalidad caliente del bol se hace más patente por transparencia. Algunas zonas más frágiles han perdido prácticamente su color y han dejado a la vista una preparación blancuzca o anaranjada pulida y suave. Ej. : Andra Mari.
El oro, aparte de esta erosión ya citada, ha sufrido rasguños y levantamientos que permiten ver el bol.
Se observaba también un fuerte craquelado acompañado de pérdidas minúsculas pero abundantes que le daban un efecto de picado
Quizás el color que más ha sufrido en este proceso de deterioro haya sido la azurita. Su particular estructura consistente en grandes cristales encastrados unos en otros, carentes prácticamente de aglutinante, ha permitido la acumulación y la penetración del polvo y la suciedad, convirtiendo su azul intenso en otro más grisáceo y mortecino.
El agua o la humedad han sido también causa de la aparición de manchas negruzcas sobre estos fondos de azurita, tanto por oxidación como por desplazamiento y acumulación de suciedad. La abrasión deja ver asimismo los tonos subyacentes, es decir, el bol rojo, base generalizada en todo el retablo, o bien un estrato negro, más excepcional, propio de los fondos azules.
Otro caso particular se evidencia en el marrón de algunos mantos (ej. : San Juan en el Calvario). Las estratigrafías nos han revelado su composición interna y nos han confirmado la fuerte degradación a que se ha visto sometido. El aspecto exterior actual es el de una superficie grumosa, irregular, no homogénea, que se asemeja bastante a ciertas capas de suciedad, y que no se extiende de manera uniforme, ya que en numerosos puntos subsiste únicamente el estrato de bol subyacente. Lo que debió ser una imitación fiel de algún tipo de tejido, no es hoy sino una mancha de color de dudosa identificación.
La misma o parecida suerte ha corrido otra técnica de policromía de cuya fragilidad se ha hablado expresamente en capítulos anteriores: el brocado aplicado. En numerosas zonas el dibujo y su volumen se han perdido por completo y en general se puede afirmar que los motivos son difícilmente preconocibles, debido a la pérdida del color y a la abrasión de las capas presentadas en relieve.
Las carnaciones han soportado mejor el paso del tiempo, tal vez debido a la conjunción de una serie de factores: esmero particular del artista en la ejecución de manos y caras, por ser partes de mayor expresiviedad e importancia, naturaleza propia de los pigmentos, mayor riqueza de aglutinante, etx. Sin embargo algunas pinceladas finales, más claras, de mayor corporeidad, y que recubren parcialmente los cuerpos a fin de subrayar las zonas de luz, se han perdido parcialmente.
Las escenas, La expulsión del Paraíso, y Adán y Eva trabajando, presentan un tipo de deterioro mucho más profundo. Las causas son dificiles de precisar, pero el estado general de las escenas haría pensar en zonas bañadas directamente por el agua, quizás por la gotera que discurría por el muro antes de la reparación del tejado. Aquí la última capa de carnación se encuentra salpicada de numerosas lagunas que muestran estratos subyacentes de color, bol, preparación e incluso amplias zonas de madera viva.
Son numerosos los índices de degradación que podrlamos señalar en esta obra que sobrepasa los cuatro siglos de antigüedad. Hemos explicado los más Llamativos y quedan otros, más comunes y generalizados, que citaremos brevemente:
- Los agujeros provocados por los insectos xilófagos, aspecto ya tratado en el punto referente al soporte.
- Los goterones de cera que han desprendido la policromía.
- Las zonas quemadas.
- La suciedad del conjunto y los fuertes barnices añadi- , dos posteriormente, etc.
- La pérdida de elementos prominentes (espadas, dedos, nariz, etc.)